Abbey, Gaile, Riley


Cuando entré en la cocina, Abbey y Gaile estaban discutiendo otra vez en la cocina. Dejé a Scotty fuera y abrí la puerta de rejilla lentamente. Entré de puntillas y me senté en el taburete azul a lado de la vieja mesa de madera, desconchada y que ya había perdido varias capas de pintura de diferentes colores.

Abbey y Gaile discutían a menudo, sobre todo desde que papá había muerto. Mamá nos abandonó cuando yo tenía dos años, asi que no recuerdo mucho de ella. Mi padre era un hombre poco cariñoso, pero nunca nos trató mal. Sencillamente tenías que meterte en la cama antes de que llegara del bar de noche. Fue una de esas noches, cuando volvía en la vieja camioneta bebido y cantando a los mil demonios, cuando se salió de la carretera.

Abbey y Gaile son mis hermanas. Abbey tiene 21 años. Es muy guapa, tiene una preciosa melena pelirroja y unos ojos verdes maravillosos. Pero ahora siempre esta preocupada y con el ceño fruncido, con cara de cansancio. Ya no se deja la melena suelta, sino que siempre la recoge con una vieja pinza. Cuando era feliz, siempre sonreía y le brillaba la mirada, y se sabia muchos cuentos porque cuando era pequeña mamá se los leía de noche. Pero ahora sus ojos están apagados, y no la veo tanto porque trabajo en varios sitios para que podamos llegar a fin de mes. Cuando llegade noche, está demasiado cansada como para leerme un cuento, asi que tan sólo nos sentamos un ratito en el sofá y vemos juntas un progama estúpido en la tele. El progama no me gusta, pero es el unico momento el día que estoy con Abbey.

Gaile es muy distinta. Tiene 18 años, pero no es tan responsable ni tan madura como Abbey, y desde luego es mucho menos agradable. Gaile es rubia, y lleva una melena corta que ella misma se ocupa de teñir todos los meses (la verdad es que no recuerdo su color de pelo natural). Sus ojos son grises, y siempre estan rodeados de varias capas de khôl, sombra y mascara de pestañas. Gaile dejó los estudios cuando termino el tercer grado, porque dijo que era mejor que se pusiera a trabajar, que los estudios no se le daban bien. El año pasado, Abbey la convenció para que empezara un cursillo de cocina, y lo compagina con su trabajo en el supermercado. Gaile fuma tanto como respira. Consume varias cajetillas al día, y es raro verla sin un cigarro en la boca, siempre pintada de rojo. Sale a menudo, y a menudo es todas la noche menos los domingos. Abbey le dice que no debería salir tanto, ni salir con quien sale, ni ir adonde va, que sólo tiene 18 años. Pero eso a Gaile no le importa. Se maquilla más, se pone su falda más corta o sus vaqueros más ajustados y vuelve al día siguiente, mientras Abbey me prepara el desayuno.

Pero aquella mañana era domingo. Gaile había llegado hace un par de horas y se pintaba las uñas de los pies de color rosa mientras fumaba y esperaba que saliera el café. Abbey acababa de despertarse. Llevaba puesta la bata gruesa de papá, y por debajo se veían sus piernas desnudas. No se como empezó la discusión, pero cuando entré, mis hermanas estaban llorando de rabia, gritándose y chillando. De repente, Gaile se giró y me vió sentada en el taburete, en la esquina. Todo su maquillaje estaba corrido por las lágrimas, y sujetaba nerviosamente el cigarro con sus uñas rojas, mientras daba caladas intermitentes. De repente, solto una gran bocanada de humo y me habló con una sonrisa fingida:

-Riley, nena, ¿por qué no sales un rato y juegas con el perro?

Mientras, Abbey se tapaba la boca con la mano, mientras sus ojos verdes, empapados en llanto, eran ahora vidrieras.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Seguro que discutian por la vida tan alegre de Gaile...te das cuenta de q cuando dices "Abbey y Gail"...sueno como si dijeras Abigail...creo q conoci a una Abigail...no estoy segura