El intercambio

Nunca olvidaré a Amandine. Recuerdo que hace un par de años hice un intercambio con mi colegio para visitar un lycée francés. Mi corresponsal se llamaba Amandine Toulot, y tenía mi edad. Vivía en un pueblo de la Bretagne francesa, a una hora del lycée.

Cuando llegué solo a la estación de tren (sus padres trabajaban hasta tarde y no pudieron venir a buscarme), Amandine no estaba. Tuve que esperarla durante al menos una hora, pero la espera mereció la pena. Amandine apareció, con una cesta llena de frutas y una preciosa melena pelirroja al viento. Sus ojos, increíblemente azules, escrutinaron toda la estación en mi búsqueda, y cuando me encontraron, sonrieron. Llevaba un vestido de flores desgastado y una rebeca a la que faltaban un par de botones. Las merceditas que calzaba fueron blancas en algún momento, y sus piernas desnudas, delgadas, no tenían la mas mínima imperfección.

Se acercó a mi con una gran sonrisa, de dientes blancos, perfectamente alineados:

-Bonjour, c´est a dire, hola... io me iamo A-man-di-ne... t´es Marc??

Cecilia


Querida Cecilia:

Supongo que te sorprenderá bastante recibir esta carta. Hacía mucho que no sabía nada de tí, pero el otro día encontré entre las cajas de la mudanza unas fotos del verano del 95, cuando aún tenías el pelo largo y lleno de bucles.


Nueva York es más grande de lo que pensaba. La gente siempre va con prisas, pero ya he conocido a gente en el café donde desayuno. Ya hice todo lo que un turista debe hacer y ahora creo que ya empiezo a ser un ciudadano más.


Puede que te preguntes porque me fui así, tan de repente, sin darte explicaciones. Lo cierto es que te quiero, Cecilia. Sentí que, cuando empezamos a salir, mi vida era completa. Pero después me di cuenta de que te quería, te quiero tanto que me dolía. Sufría por no hacerte feliz, lo suficientemente feliz. Por haberme casado contigo y haber sido incapaz de ser un buen marido y darte hijos. Te quería tanto y sentía tan profundamente no hacer que tu vida, que nuestra vida fuese completa. No eras feliz. Y yo lo veía y me carcomía por dentro...


Por eso puse un océano por medio, Cecilia, para olvidarte.Pero eres inolvidable. Sueño contigo y te quiero tanto que no puedo poner el despertador. Esta no es una carta de disculpa. No creo que pueda disculparme, ni tampoco que aceptes mis disculpas. Sólo quería que supieras lo que pasó desde el punto de vista de tu ex-marido.
Espero que no respondas a esta carta. Guárdala, quémala, haz monigotes con ella... pero no respondas. Por favor, no quiero tener más recuerdos tuyos. Me dolería demasiado.


Te quiero,
Joseph

P.D: te envío la carta al teatro porque se que prácticamente vives en él. Espero que tu próxima representación sea muy existosa, y que llenéis el London Theatre.

Marjorie

-... Oye, cariño, en serio, la boda va a salir perfecta- Mathew intetaba tranquilizar a Eve. Su boda, organizada en apenas unos días por premura de un embarazo y una tripita incipiente, se preparó tan rapidamente que no hubo tiempo ni de disimular.

- Math, no va a salir bien. Se ha hecho todo en dos semanas, todo por la locura de mamá, no he escogido el vestido, ni las flores,... no he hecho nada de lo que se supone que debería haber hecho por ser una novia...


- No haberte quedado preñada- la madre de Eve entró como un torbellino en la habitación, un torbellino de color melocotón con sombrerito a juego, y puso a todo el mundo a trabajar- y deja de llorar, Eve, por Dios, que no pago el maquillaje para que después parezca que te pintaron a rayas. Math, ¿dónde está Marjorie? Esa niña siempre está escondida. Búscala, que me va a dar un ataque.

...

-¿May?¿May? Marjorie, en serio, tu tía se va a enfadar mucho como no aparezcas con los anillos en el puñetero cojincito.

Y mientras, Marjorie miraba por la ventana caer las gotas de lluvia, mientras sentía los anillos en su estomago. Al final tendría razón su madre cuando decía que se lo llevaba todo a la boca...