Erasmus


Viajar. Encontrar pueblos perdidos porque no tienes más GPS que tu propia intuición. Y alegrarte de encontrarlos. Llegar a playas mágicas, bañarte de noche. Dormir en un bosque, hacer una hoguera y contar cuentos de miedo como cuando tienes diez años. Porque en el fondo conservas esa misma ilusión, y esas mismas ganas de saberlo todo.
Querer. A esa persona que no sabes de qué te habla porque no la entiendes. O a la que sin decirte nada lo soluciona todo con una sonrisa, o un guiño. A un niño pequeño que te regala rosas, a una señora mayor que te cuenta su vida y milagros. A ese chico que te besó, y al que no lo hizo también, porque es un buen amigo. Todos serán buenos amigos, aunque te cueste hablar con ellos. Muchas amistades se contarán por experiencias vividas, no hace falta ser capaz de narrarlas todas.
Descubrir. Platos nuevos, bebidas nuevas, experiencias nuevas. Emocionarte con todo, sacar fotos a todo lo que encuentras. Calles pequeñas, boulevares, tiendas de segunda mano, o de tercera. Cafés chiquititos y comedores universitarios. Salir sin saber como acabará la noche, pero segura de que llevas la mejor compañía. Y acostarte esperando el mañana con ilusión, porque sabes que sin duda será aún mejor.
Lunes, martes, miércoles, jueves, viernes, sábado, domingo,... no importa: ¡Eres ERASMUS! ;)

Mi año Erasmus ha acabado. Este finde vuelvo a mi casa. Pero si alguno de los que me leen esta a punto de embarcarse en esta maravillosa aventura, sólo un consejo: abre bien los ojos al principio, y no los cierres hasta el final.

*Foto: la lavandería, el centro social Erasmus que nunca recibe homenajes.