Delicada


Le gustaba verla desde el marco de la puerta. Se colocaba el mandil de cuadros y anudaba un lazo detrás que siempre quedaba perfecto. Después se recogía el pelo con una pinza. Este era su momento favorito. Tenía el pelo corto y por eso siempre se escapaban unos mechones, pero su nuca, blanca y delicada, quedaba desnuda. Le encantaba cuando se cogía los mechones y los retorcía, y se formaban pequeños bucles.

La cocina era pequeña y tenía los muebles lacados de blanco, y cada uno de los tiradores y pomos era diferente. Ella los había escogido en diferentes tiendas y fábricas, y también había traído alguno de sus viajes. La encimera era vieja, y tenía ya varios cortes y marcas. El fregadero era redondo, y en él estaban todavía las tazas y platos del desayuno. La nevera tenía también muchos años, pero como estaba lacada a juego con el resto de la cocina, no pegaban imanes, sino post-its. Con mensajitos de amor, o listas de la compra, o citas con el dentista,... Encima había un frutero blanco con rayas azules. Entre la fruta, ella había puesto flores que cogió de la terraza.

Se quedó mirándola mientras medía la pasta y ponía a hervir el agua. Se escondió cuando fue hacia la nevera para buscar el bacon y la nata. Cuando volvió a la encimera, puso la radio que estaba apoyada sobre los libros de cocina y empezó a sonar "Hot stuff" de Donna Summer. Empezó a tararearla mientras sonreía.

Entonces él entró en la cocina de golpe, y ella se sorprendió, mirándole como a un extraño.

– ¿Qué pasa? Yo también ayudo a veces. Voy a lavar lo del desayuno.