Coffee girl


Nunca intentó llamar mi atención. Mil chicas a mi alrededor, coqueteando conmigo y haciéndome preguntas. Y ella estaba allí, sentada en el sofá, hablando con su amiga y riéndose. Y tomando café. Siempre tomaba café.

A veces (pocas) llegaba antes que su amiga. Entonces se sentaba en la barra y hablaba con el camarero, o se ponía a leer un libro o una revista tranquilamente hasta que su amiga llegaba. Hacía que esperar no fuese patético, sino elegante.

Quizá el hecho de que ella fuese la única chica de mi edad que no se me acercaba era lo que más me cautivaba. Tan tímida pero tan activa con sus amigas. Una personalidad interesante.

Tuve que reunir valor para acercarme a ella. Pocas veces me había puesto nervioso cuando me acercaba a una chica. Pero ella era distinta, ella no estaba interesada. Me acerqué a ella cuando estaba de espaldas y la saludé entre titubeos.

Ella se giró y me miró, hacía arriba, haciendo una mueca extraña, como quien acaba de enterarse de que algo esta pasando. Después sonrió, y se hecho a reír. Sus ojos brillaban...

Postales de amor


Todos los días recibia una postal. O por lo menos ella le enviaba una a diario. Pero el correo no tarda lo mismo en llegar desde Saigon que desde Los Angeles. June abría el buzón. A cualquier niña de tres años le gusta bajar la banderita roja y entrar con cartas y paquetes en casa. Sophie se encargaba de auparla.

Las niñas casi no conocían a su madre. Venía por Navidad y en Pascua, pero sólo se quedaba un par de semanas, como si fuese incapaz de afrontar que tenía hijas y un marido. Un marido. Joshua recibía sus postales con resignación. Sabía que su mujer no soportaba su vida, la realidad, y lo aceptaba porque sabía que asi ella era feliz.

Joshua ya no recordaba su propia felicidad. Vivía en una casa heredada, que nunca llegó a reformarse, con dos niñas pequeñas que, todas las mañanas en el desayuno, le traían postales llenas de amor...
De amor desde Australia, Noruega, Suráfrica, India,...

Perfecto


"...Te mentí. No es cierto que le haya olvidado. No es cierto. A pesar de creer que ya no había nadie más, que ya no pensaba en nadie, él siempre estaba ahí, siempre. Estaba tan acostumbrada a su presencia que ni le notaba, y sin embargo sería incapaz de deshacerme de él, de olvidarle.

Siempre creí que podría olvidarle, que podría prescindir de él. Somos tan diferentes... o quizás tan parecidos... En cualquier caso, incompatibles. Pero probablemente, de haberlo intentado, seríamos perfectos. Pero nunca lo hicimos. Sería esforzarse demasiado, y quizá no valía la pena.

Siento haberte mentido, de veras. Pero me avergüenza quererle, quererle demasiado. Siempre he confiado en ti..."

Segundo


Pasó de largo, como siempre. Nunca esperé algo distinto. Jo hacia años que ni se dignaba a mirarme. Tampoco yo lo hacía. Todo cambió cuando Katie desapareció.

Katie apareció el primer día de clase, tarde, y se sentó a mi lado. Era muy guapa y parecía mucho mayor que cualquiera de nosotras, quizá por eso muchas chicas se dedicaron a odiarla. En un par de meses, Katie reunió a su alrededor un variopinto grupo de amigos. Todos veníamos de grupos diferentes, y no teníamos nada en común, excepto ella.

Conseguía llevarse sorprendentemente bien con todo el mundo, fueran mayores o más pequeños, chicos o chicas (siendo las últimas más proclives a mirarla de mala manera). Poco a poco empezamos a quedar fuera del instituto. Reíamos, jugábamos, pasábamos las tardes en las plazas de la ciudad,... nunca sacamos fotos. Nunca hicieron falta. Recuerdo perfectamente todos aquellos momentos.

Katie nos unía a todos de tal modo que te llevabas bien con gente a la que antes ni saludabas. Todos sentíamos una mezcla de pena y admiración por ella. No era una buena chica: sacaba notas bastante mediocres, solía meterse en líos y tenía siempre un par de problemas alrededor, pero tenía un magnetismo que nos mantenía pegados a ella. Nunca fue mala con nosotros. Rompió un par de corazones, pero eso siempre pasa. Sabías que siempre podías contar con ella, fuese la hora que fuese, te iria a buscar, te metería en un taxi y te llevaría a casa.

Quizá nosotras, por ser diametralmente opuestas, nos llevábamos especialmente bien, y teníamos más confianza que con el resto del grupo. Muchas veces quedábamos antes, y fue ella quien me aficionó al café.

Un buen día desapareció. Dejo de ir a clase paulatinamente, hasta que un día los profesores nos dijeron que se había desmatriculado. Nunca más supimos de ella, y el grupo fue disolviéndose poco a poco, como si ya no hubiera absolutamente nada en común, a pesar de todo lo que habíamos pasado juntos.

Ni Jo ni yo, ni ninguno del grupo, mantenemos el contacto aún. Nos vemos por los pasillos, pero bajamos la mirada, como si nos avergonzase no mantener el contacto, como si no estuviésemos haciendo lo que ella querría. Cuando alguno levantaba la vista por casualidad, se cruzaban miradas cómplices, de recordar a una persona que ninguno olvidará nunca.


A Nuria