Lunares


Cuando se despertó y se giró, se encontró su espalda desnuda. La sábana a la altura de su cadera, su melena sobre la almohada y aquellos lunares preciosos adornando su espalda. No entraba luz por la ventana, la persiana estaba totalmente cerrada, pero no hacía falta. Veía su silueta girada contra el colchón.

Entonces se dio cuenta de que ya estaba. Se había enamorado, ya no habría ninguna otra. La miraba y se le hinchaba el corazón, y como se le hinchaba el corazón se le encogía el estómago (porque todo junto no cabe). Y con sus dedos recorrió sus lunares, dibujando constelaciones y cielos infinitos. Y sintió ese amor clásico de película, de miradas llenas de ternura y sonrisas tontas y bobaliconas, aquel que tantas veces había criticado y había llamado ñoño y pasteloso... casi tantas como había deseado vivirlo.

6 comentarios:

La niña que escribió un sueño dijo...

Es así. En instantes como esos nos damos cuenta de que nos hemos enamorado y entonces es cuando lanzamos cuerdas para asirnos a los lunares de su espalda durante el resto de nuestra vida :)

Foto dulce donde las haya :)
Un besito color púrpura

Alburt dijo...

me gusta mucho el texto y l foto en plan vintage ;)

Dara dijo...

me gusta cuando el estómago se tiene que hacer pequeño porque no cabe.


(media cosquilla.
la otra media cuando
vuelvas)

bajos electricos dijo...

Muy lindo! Saludos! Deberias ponerle musica!

D. P. Báez dijo...

Caí de alguna forma maravillosa en tu blog y me he enamorado de tu manera de escribir. Es hermosa, preciosa, linda, con un otque irónico. La parte de que el estomago se achico, porq el corazon hichando yél no caben, me encantó ♥ :3

Manuel dijo...

Cuestión de fortuna encontrar la persona correcta. Lunares y abrazos, como estrellas y lunas. ¿Para siempre? Tal vez, pero se sabe al final de una vida. Cada día toca cuidar un poco la admiración inicial.