La Playa


Tenía frío. Allí, en medio de aquella playa inmensa, de arena blanca y suave. Las dunas se perdían en el horizonte, reflejando el calor y los rayos dorados de un gran Sol. El mar tocaba el cielo, y el agua era tan clara que no podías distinguirlos. Era como si el agua siguiera su camino hacia arriba, sin llegar a agotarse nunca, y pasase del color azul al violeta, tocando con la yema de los dedos toda la escala de tonalidades azules.
En aquella playa de ensueño, en aquel paraíso terrenal, Matilde estaba tiritando. No tiritaba porque tuviese frío. Tampoco temblaba de miedo. Se sentía vacía. Tiritaba porque en aquella inmensidad, en aquella enorme playa a la que se supone que había ido para calmarse, se sentía muy, muy sola, paralizada en la orilla.