VOGUE

El 20 de cada mes. Puntual. Llegaba a las 5.40, justo después de terminar su clase de francés.
Venía a hurtadillas, sin que sus padres lo supieran (siempre consideraron la moda algo tremendamente superficial), y eso se notaba en que entraba de puntillas, abriendo cuidadosamente la puerta, y se acercaba sigilosa hasta la barra. Le costaba auparse en los taburetes altos, porque aunque yo le calculaba 8 o 9 años, era bastante bajita para su edad.

Más tarde averigüé que se llamaba Sybilla.Sybilla Aneeth.Nueve años, "recién cumpliditos", decía mientras apuntaba alto con el dedo , pero se vestía como una persona mayor. Como una persona mayor que vestía muy bien. Bailarinas con broches, lazos de terciopelo, vestidos cuidadosamente escogidos,...

Nada más llegar, sonreía al camarero y le decía muy suavito "un batido de leche, por favor", y en cuanto este se daba la vuelta, se subía al taburete para alcanzar la revista que estaba detras del mostrador. La VOGUE. Primero observaba con tranquilidad la portada, calibrando la fotografía, y miraba con detalle las distintas secciones. Después pasaba lentamente las paginas de anuncios, observando a las modelos con aquellos trajes, aquella disposición,... parecía que quisiera aprenderselo de memoria.

Cuando por fin llegaba al indice principal, llegaba el batido (lo que prueba que no era un café especialmente rapido, porque todos sabemos cuando anuncios tiene VOGUE al comienzo).Y empezaba a sorber lentamente por la pajita de colores, sin quitar los ojos de la revista. A veces en vez de sorber, soplaba y hacía burbujas... después de todo, era un niña.

Para cuando terminaba de leer la revista, el batido había expirado hace una hora. Al terminar, la cerraba cuidadosamente, como si fuera un obra de arte, y la colocaba delicadamente detras del mostrador, aprovechando el momento en que el camarero estaba de espaldas. Después sacaba una moneda del chaquetón, la posaba (si, si, la posaba, ya hemos dicho que era una niña muy delicada) y se bajaba de un saltito del taburete, caminando feliz, moviendo son alegría sus piernas flacuchas, como si hubiera completado una misión.

Y justo cuando abría la puerta, se daba la vuelta, miraba sonriente el local y su clientela, y lanzaba un largo suspiro.

4 comentarios:

MaríaB dijo...

Seguramente cuando me lo digas me sentiré la mujer más imbécil del mundo, pero mirando tu perfil y el blog no caigo en quien eres
xDDD
mátame!

MaríaB dijo...

ahh y te gusta sorolla? ya si dices que también te gusta monet te elevo a un altar :P
hay una exposicion de sorolla en coruña

Anónimo dijo...

Adorable...una mini-tu...

Bueno, no exactamente...tu tropezarias al bajar del taburete...

No me pegues!!

Sabes q es verdad, y q te queremos por ello...


Besos!

Mónica dijo...

Las historias que cuentas son reales? están muy bien! he leído la primera (la del verano) y la verdad es que a todos nos paso un poco eso... y bueno, esta de la niña es realmente adorable!!