Nunca olvidaré a Amandine. Recuerdo que hace un par de años hice un intercambio con mi colegio para visitar un lycée francés. Mi corresponsal se llamaba Amandine Toulot, y tenía mi edad. Vivía en un pueblo de la Bretagne francesa, a una hora del lycée.Cuando llegué solo a la estación de tren (sus padres trabajaban hasta tarde y no pudieron venir a buscarme), Amandine no estaba. Tuve que esperarla durante al menos una hora, pero la espera mereció la pena. Amandine apareció, con una cesta llena de frutas y una preciosa melena pelirroja al viento. Sus ojos, increíblemente azules, escrutinaron toda la estación en mi búsqueda, y cuando me encontraron, sonrieron. Llevaba un vestido de flores desgastado y una rebeca a la que faltaban un par de botones. Las merceditas que calzaba fueron blancas en algún momento, y sus piernas desnudas, delgadas, no tenían la mas mínima imperfección.
Se acercó a mi con una gran sonrisa, de dientes blancos, perfectamente alineados:
-Bonjour, c´est a dire, hola... io me iamo A-man-di-ne... t´es Marc??

