The Sweden Girl


Era sueca. No podría haber sido de otra forma. Tenía el pelo muy rubio, de ese color al que sólo le falta clarearse un poco para convertirse en canoso. En el momento en que la conocí, bebía lentamente una taza de té en una pequeña cafetería en las afueras de la ciudad. No era un local especialmente encantador: las mesas y las sillas eran de metal, y en un intento de hacerlo más agradable, su dueña había colgado estampitas y postales con celo en la parte posterior de la barra.

Pasó una página más de la revista, provocando que mi pelo se moviera my sutilmente. Estaba lo suficientemente cerca suya como para percibir su perfume, muy suave, con notas florales muy delicadas.

Quizás mi taburete rechinó, o mi nariz se movió de un modo suspicaz intentando captar mejor su fragancia, ...sea como fuere, se apartó con un soplido el flequillo de la cara y, mirándome fijamente con unos intensísimos ojos grises, me dijo:

-¿Quieres que compartamos la revista? Porque pareces muy interesado en este artículo-

Y en aquel momento, justo después de noquearme con su irónica sonrisa, Katja debió de pensar que yo era mudo.