La vieille femme


Mientras se tomaba la sopa de pescado, Marguerite Dupont giró la cuchara pretendiendo, como hacen los niños pequeños, ver su reflejo girado en ella. Aquella cuchara de plata pertenecía a la cubertería de su ajuar de bodas, y tenía por tanto más de 50 años. El cubierto ya no reflejaba su imagen: su superficie estaba rallada, y el pulido había desaparecido hace mucho tiempo, fruto de los estropajos. Ya no brillaba, pero seguía siendo hermosa. Antes siempre guardaba esta cubertería para los eventos especiales. Pero cuando cumplió 70 años, consideró que el día a día ya era algo especial, y empezó a utilizarla diariamente.

Monsieur Dupont había fallecido muchos años atrás. Sus hijos ya se habían casado y tenían vidas propias en diferentes ciudades. Las visitas se espaciaban y ya sólo los veía dos o tres veces al año. Marguerite estaba sola. Seguía viviendo en un antiguo edificio en una pequeña calle de París. Paseaba por la calle o iba a los jardines, hacía los recados, se apuntaba a cursillos,... intentaba mantenerse ocupada.

No había hecho grandes cosas en su vida. Había sido una mujer normal, con problemas de gente corriente. A veces tenía días grises, y pensaba que ya estaba harta de vivir, sola, y se sentía desgraciada por no tener a nadie, y verse a si misma como una de esas mujeres mayores (esas "vieilles femmes") que tanto había detestado hace ya muchos años, y que sólo parecían saber pasear y tejer.
Después se lo pensaba mejor. No había hecho grandes cosas en su vida, pero aún estaba a tiempo. Y soñaba con ser, por ejemplo, la mujer más longeva de Francia...